Las primeras nieves daban un nuevo atractivo al paisaje, el Manzanares ya tiene el alimento asegurado desde el Ventisquero de la Condesa, donde nace. Abajo la piedra pulida y desgastada tallando caprichosas formas en en el cauce alto.
Espléndida la montaña se yergue perseguida por la vegetación, en un duro combate con el granito. |
Llegamos casi a las 10 de la mañana y ya estaban a punto de cerrar el cupo de coches, eso nos permitió llegar al último aparcamiento y hacer una marcha mas larga que de costumbre, así que rebasamos Charca Verde y desde la senda ya de tierra, pudimos verla desde arriba, encajada en su correr pedestre.
Luego volvimos al camino habitual y en una parada obligada vimos las cascadas que forman los pasos del aprendiz de río.
El brillo del agua era irresistible, los colores garantizados: madreperla engarzada en la garganta imparable.
La cabra montesa apenas destaca entre las enormes piedras, vienen a ver si pueden pillar algo de la merienda de los excursionistas. ¿Olerían las ricas sardinas en tomate?